Audios

Nunca leí de la misma manera a Oliverio Girondo tras haberlo escuchado recitar sus propios poemas. Algunos de sus audios pueden encontrarse en la Biblioteca Virtual Cervantes. Frente a esa voz fantasmagórica, esa prosodia de tarántula que avanza lento hacia su almuerzo inmóvil, ya no se puede leer a Girondo como si sus juegos de palabras fuesen una alegre y eufónica prefiguración del glíglico. No se trata de simples poemas: en casos así se roza la nigromancia. 
Un efecto muy distinto me generó escuchar a Joyce leer algunos de sus textos. No puedo dejar de pensar que su voz ligera contrasta demasiado con su prosa intrincada y exigente.
Así, cada vez que leo a un autor a quien he escuchado leerse, me sucede descubrirme subvocalizando con su voz, algo nada curioso y bastante útil si se lo piensa un poco. 
En un intento por educar el oído literario -basta leer mucha cosa que se publica para comprender hasta qué punto las falencias en este aspecto persisten-, suelo grabar mis textos y escucharlos un tiempo después. Me resulta una buena estrategia para abordar la corrección; infalible cuando se trata de suprimir cacofonías, detectar posibles aliteraciones e incluso calambures.
A continuación dos audios de calidad altamente perfectible. El primero corresponde al relato Ponencia. El segundo, al relato Wokabi, escrito en clave documental, vagamente panfletario, un texto crudo de una adolescente que fue niña soldado en Burundi.